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Las Posadas Navideñas

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Al conquistar el Imperio Nahua (Azteca) en 1521, los españoles heredaron el dominio de un vasto territorio que comprendía desde la región del bajío mexicano hasta lo que hoy es Nicaragua, incluyendo, por supuesto, una gran cantidad de pueblos que constituían reinos en si mismos, tributarios de los Nahuas en su mayoría. La hazaña militar había concluido, pero para incluir a tanta gente en la expansión metropolitana de España hacía falta una estrategia menos violenta y más contundente.

El hecho es que a finales del siglo XVI, congregaciones de Franciscanos, Jesuitas y Agustinos, conocidos como Órdenes Mendicantes porque se dieron a la titánica tarea aprender las lenguas locales para luego occidentalizar a los indígenas a través de la enseñanza de las artes, las leyes, la traducción de textos y la organización civil, se dieron cuenta de que el teatro podía ser un método muy persuasivo durante el proceso de evangelización.

A finales del siglo XVI el fraile agustino Diego de Soria tuvo la idea de celebrar nueve misas, una cada día, antes de la Navidad en un intento por opacar el revuelo que por esos días ocasionaba una festividad pagana (probablemente dedicada a Hutzilopochtli, dios del sol). Además, pidió autorización papal para tomar el relato bíblico del nacimiento de Jesucristo como base y montar una representación teatral en los atrios de las iglesias después de cada misa, en la que los actores eran los propios indígenas.

En aquellos tiempos se les conocía como Misas de Aguinaldo, hoy las conocemos simplemente como Las Posadas y se celebran en todo México del 16 al 24 de diciembre. Tradicionalmente en nuestros días, a la representación teatral la precede una procesión con letanías a la Virgen María y la sigue una verbena donde hay música, baile, comida y bebidas, y en donde todos son bienvenidos con la famosa hospitalidad mexicana.

A través de los años la celebración ha ido adquiriendo elementos que ahora no pueden faltar, como la piñata (originaria de China) en la forma de una estrella de siete picos, que representan los siete pecados y su destrucción, la victoria del bien sobre el mal. Los platillos típicos varían de región en región pero en casi todas los tamales son protagónicos. No puede faltar tampoco el ponche de frutas, un brebaje a base de caña de azúcar, guayaba y otros frutos locales que se sirve con o sin ron.

Al ser una celebración tan colorida y familiar es imperdible, por lo que si tiene la fortuna de estar en México durante el mes de diciembre debe asistir a una divertida Posada.